Los que
han estudiado la historia saben que no hay nada que vigorize más y otorgue poder a un
régimen autoritario que un acto espectacular de violencia, una pérdida súbita y sin sentido de la vida que permite que el
autócrata se ponga de pie sobre los escombros humeantes e identificarse a sí mismo
como el héroe.
Es en esos momentos, cuando el público todavía en shock por el
horror de la tragedia que acaba de desplegarse ante ellos, puede ser
conducido al despotismo más despiadado. Despotismo que
ahora lleva el manto de "seguridad".
Y
pensar que tales provocaciones y ataques de bandera falsa ya no
se producen sería tan poco realista como creer que la propia naturaleza
humana ha cambiado, que los poderosos ya no persiguen aumentar su
poder, que la influencia ya no se usa para el engaño o la manipulación,
que ya no se cuentan mentiras para satisfacer la codicia o saciar
la sed de control. Creer que nuestra sociedad es inmune a estas cosas que hemos visto en todas las otras sociedades, en cualquier otra época, es, en pocas palabras, una ilusión peligrosa.
La gente,nuevamente, está aprendiendo el poder de este engaño e ilusión. Están aprendiendo cuanto les han mentido.Nuevamente están estudiando su historia.
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